Carta a mi abuela que estuvo ahí cuando mi mamá no podía

Querida abuela,

No estoy segura de cómo empezar esta carta porque tengo tanto que decirte que me abruma el sentimiento.

Hace unos días leí la historia de un bisabuelo que llevaba a su nieta a la escuela, y no pude evitar pensar en ti. En esos meses en los que viví contigo y claro, me llevabas a la escuela pero también hiciste tantas cosas más por mí.

Mi mamá y mi papá tuvieron que salir del país, por la historia que ya conocemos: buscar un futuro mejor. Ahora estoy muy agradecida por lo que hicieron, pero cuando era niña no lo entendía. Me sentí abandonada por ellos, pero refugiada por ti.

Tomaste a una niña entre tus brazos cuando en tu casa vivían tus propios padres ya ancianos, tus hijos adolescentes y tú ibas a trabajar todos los días.

Siempre buscaste cómo darme lo mejor y hacerme sentir amada ante la ausencia de mis padres, me asegurabas su cariño y me arrullabas cuando las lágrimas y el miedo me atacaban por las noches.

Cuando por fin me fui con mis papás yo estaba muy feliz, pero también te extrañaba y ahora me pregunto: ¿cómo fue ese vacío para ti? Creo que tener a una niña en casa también te trajo alegrías y no solo preocupaciones.

Por unos años no pudimos vernos y tú me mandabas cartas, hablabas conmigo por teléfono y me demostrabas todo tu cariño, hasta que por fin se nos hizo la reunión y fue como si el tiempo no hubiera pasado.

Ahora soy una mujer hecha y derecha, y sin embargo tu presencia me resulta tan reconfortante como cuando era esa pequeña asustada.

Nunca te lo he dicho con estas palabras, pero quiero agradecerte por esos meses, por nunca soltarme, por apoyarme y hablar conmigo cosas que con mi mamá no podía hablar.

Soy quien soy gracias a ti, a tu esfuerzo por hacer de un momento difícil el más llevadero posible, porque me diste esa estampa de la Virgencita de Guadalupe cuando nos tocó despedirnos.

Te amo, te agradezco, te admiro,

Tu nieta.